Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adicción es una enfermedad cerebral, igual que otros trastornos neurológicos o psiquiátricos reconocidos, como son la enfermedad de Alzheimer o la esquizofrenia. Además, la equipara a otras enfermedades crónicas, como la diabetes, la hipertensión arterial, el asma o el cáncer.
Para la Asociación Americana de Medicina de la Adicción (ASAM), la adicción es una enfermedad primaria y crónica de recompensa cerebral, motivación, memoria y circuitos relacionados. La adicción afecta la neurotransmisión y las interacciones dentro de las estructuras de recompensa del cerebro, incluidos el núcleo accumbens, la corteza cingulada anterior, el cerebro anterior basal y la amígdala, de manera tal que se alteran las jerarquías motivacionales y las conductas adictivas, que pueden incluir o no el consumo de alcohol y otras drogas. También señala que «los factores genéticos representan aproximadamente la mitad de las probabilidades de que una persona desarrolle una adicción. Los factores ambientales interactúan con la biología de la persona y afectan la medida en que los factores genéticos ejercen su influencia. Las resiliencias que adquiere el individuo (a través de la crianza de los hijos o las experiencias de vida posteriores) pueden afectar la medida en que las predisposiciones genéticas conducen al comportamiento y otras manifestaciones de la adicción. La cultura también desempeña un papel en cómo la adicción se actualiza en personas con vulnerabilidades biológicas para el desarrollo de la adicción.»
La adicción es una patología compleja de origen biopsicosocial, es decir, las causas son múltiples y actúan de forma compleja para producir el desorden adictivo. Quizás sea esta etiología multifactorial y compuesta la que hace tan difícil la comprensión de la enfermedad.
Que una persona desarrolle la enfermedad de adicción no depende de su entorno ni de factores educativos ni sociales, sino de que tenga una predisposición neurológica que le hace vulnerable a ciertas sustancias y, al entrar en contacto con ellas, desarrolle un trastorno por dependencia.
Es decir, la enfermedad no se desarrolla sobre un vacío, sino que existe una base especial sobre la que asienta la enfermedad: hay vulnerabilidades psicológicas, predisposición genética y mecanismos cerebrales alterados. No obstante, una persona normal, sin ninguna vulnerabilidad aparente puede desarrollar la enfermedad si está expuesta a factores ambientales, consumo crónico y estrés.
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